miércoles, 4 de agosto de 2010

Anticlericalismo. Tercera Parte

La llegada del ejército de los Cien Mil Hijos de San Luis terminó con la experiencia del Trienio Liberal y comenzó un nuevo episodio de represión contra los liberales hasta la muerte de Fernando VII. Al iniciarse el período de la Regencia de María Cristina y en plena guerra carlista, gran parte del clero se vincula al carlismo o defiende posturas muy conservadoras. En julio de 1834 se produce una matanza de frailes en Madrid (74 religiosos fueron asesinados), suceso que tiene mucho de motín de subsistencias, aunque no vinculado tanto a la escasez de pan sino a la de agua potable en plena epidemia de cólera. El objetivo de la violencia será el clero, al que se le hace responsable del envenenamiento del agua y de la enfermedad. En aquellos difíciles momentos, desde muchos púlpitos se había explicado que los males que azotaban a la capital eran fruto de la cólera divina en castigo por la deriva política hacia el liberalismo. Entre las clases populares urbanas estaban calando los valores del anticlericalismo. La realidad social era interpretada como resultado de las actividades perniciosas del clero: holgazanería, lujuria, avaricia, engaño y hasta el recurso del asesinato.
Durante el resto del reinado de Isabel II y en el Sexenio Democrático, la Iglesia sufrirá las fuertes críticas del liberalismo progresista, del demócrata y, posteriormente, del republicanismo, así como una legislación que socava su poder, como las desamortizaciones, la abolición del diezmo, o supresión de órdenes. El acoso de la prensa liberal es evidente hacia la Iglesia, identificada con el absolutismo. El liberalismo moderado, en cambio, será más sensible a la causa eclesiástica.

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